Competitividad exportadora y tipo de cambio
Hermann González BBVA Research @hegonzalb
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Hermann González
En el actual ciclo de bajo crecimiento económico, todos los componentes del PIB han sufrido en mayor o menor medida ajustes relevantes. El consumo privado creció en promedio más de 6% anual en la década previa a 2014 y en los últimos cuatro años se ha expandido no más de 2,5% anual. La inversión completará una inédita racha de cuatro años consecutivos de caídas y las exportaciones promedian un crecimiento anual de solo 0,4% en los últimos cinco años.
Con una demanda interna acotada por el tamaño de la economía, nuestro país necesita de las exportaciones para crecer. Sin embargo, pese a que presenciamos una recuperación sincronizada del crecimiento mundial, el comercio global no repunta, en parte como consecuencia de las tendencias proteccionistas que surgen con cierta fuerza alrededor del mundo. En este contexto, contar con los precios relativos adecuados se hace más relevante para tener un sector exportador más dinámico y que aporte al crecimiento.
El tipo de cambio real, que es un indicador agregado de la competitividad de las exportaciones, presenta una sostenida tendencia decreciente desde inicios del año pasado, ubicándose bajo sus promedios históricos. Este es un precio relativo clave para la economía y se encuentra en un nivel que no es acorde con la posición cíclica, toda vez que una economía que crece marcadamente bajo su potencial y cuyas holguras se amplían, necesita un tipo de cambio real mayor.
Bajo la misma lógica del tipo de cambio real, es posible analizar con más detalle lo que pasa con la competitividad de las exportaciones, a nivel de sectores económicos. Eso es precisamente lo que hace el indicador ICSE-BBVA que se acaba de publicar con cifras al primer trimestre. Este indicador muestra cómo la conjunción de caídas en el precio en dólares de las exportaciones, alzas en los costos laborales y una insuficiente depreciación multilateral del peso, han configurado un panorama de pérdida generalizada de competitividad de las exportaciones desde el año 2014.
En el margen, sin embargo, algunos aspectos son positivos. El primero de ellos es que la competitividad de las exportaciones mineras medida por este índice, completa cuatro trimestres consecutivos de aumento, de la mano de un mayor precio del cobre. Algo similar se observa para las exportaciones de salmón, dado el significativo aumento de su precio.
Por el lado negativo, seguimos viendo en los primeros meses de este año relevantes pérdidas de competitividad en otros sectores industriales -como el vino, la celulosa y distintos productos de madera- así como también en los envíos de productos agropecuarios, silvícolas y pesqueros.
En un contexto en que el crecimiento mundial no está siendo acompañado por una mayor demanda por nuestras exportaciones y sin una depreciación multilateral del peso, las empresas exportadoras deberán seguir ajustándose vía costos. La sobrevivencia de estos sectores pasa por ser competitivos a nivel internacional y si el tipo de cambio no acompaña ese proceso, seguiremos viendo automatización de procesos, ajustes salariales y reducción de puestos de trabajo.